11 diciembre, 2007

El Despertar de los Muertos

Texto y fotos de Yodashira Pérez


El viento sopla con tal fuerza en esta zona de Villa María del Triunfo que los gorros de papel, las flores secas y el polvo se elevan sobre las miles de personas que forman interminables colas para llegar a la cima de los cerros que rodean el cementerio Nueva Esperanza.

Hay de todo. Tal vez porque es el cementerio más grande de América (más de 200 hectáreas) donde descansan en paz miles de fallecidos. Es un día para recordar y celebrar. También para orar. Por eso hay católicos, evangélicos e israelitas en un mismo lugar. Todos invocando por los que partieron, pidiendo por su descanso. Todos mirando el cielo con una cerveza en la mano.

Flores para los seres queridos

que nos iluminan desde el cielo.


Los infaltables danzantes de tijera

no se hicieron esperar,

pues con el sonido de sus tijeretas

y sus zapateos la memoria de los muertos renacía.

Al ritmo del huaylas, de polleras y cervezas

se celebra el día de los muertos, como Dios manda.


Al son de un violín viejo empieza

la peregrinación para celebrar

el día de los muertos.

En medio de un mar de gente sobre sale el arpa

para brindarle un homenaje a
“los muertos”.

Contemplando la vida y la muerte bajo el sol

ardiente de la tarde, Don Juan Quiñones,

descansa un minuto para continuar con la venta de velas.


Una casaca y unas cervezas heladitas reposan

bajo la sombra de un nicho a la salud del fallecido.

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